Hoy en clase de meditación, nuestra profesora compartió con nosotros algunos aspectos básicos sobre la filosofía del TAO, procedente de China. El TAO es el camino, la esencia vital del universo, el orden natural de la existencia, la armonía. Nos explico que es una verdad sagrada, que no podemos nombrar, porque al definirla ya no sería TAO. Uno de los aspectos del TAO es el balance entre el Ying y el Yang, siendo el Ying la energía del descanso y el Yang la energía de la actividad.

Reflexionando sobre este concepto del TAO, desde mi vivencia como católica, naturalmente pienso en Dios. Y que la energía vital del universo es el Amor. Dios es amor. Que es la creación, la expansión, el crecimiento, la alegría. Todas las cosas buenas.

En la vida necesitamos de la acción y de la contemplación, de la actividad y del descanso, para el balance y la armonía que nos presentan el Ying y el Yang. En una vida organizada, hay espacio para la oración, para la meditación, para la contemplación y para el descanso. Este espacio espiritual nos permite conectar con el Amor, para ser capaces de vivir con Amor y desde el Amor. Para tomar decisiones con serenidad, para responder con amabilidad, para hacer el bien de todas las formas posibles y en todas las ocasiones.

A nuestro mundo le hace Amor. Vive una vida organizada, en armonía y contribuye un pensamiento a la vez, una palabra a la vez, una acción a la vez; a un mundo mejor.